Reseñado por: Aquiles Guardo
Enlatados
La presente reseña fue modificada para evitar problemas legales.
En primer lugar, yo no soy weón. Soy un conocedor de las latas, un poeta de las conservas. Hablar de ellas es importante, pues son lo único que quedará cuando todo se vaya a la mierda. Me lo agradecerán cuando el siguiente gran incidente ocurra. No les diré cuándo, porque sé que no están preparados (yo sí). Y no, el mercurio de las latas no está pudriendo mi cerebro.
En segundo lugar, seré breve. Creo firmemente que estas sardinas son la basura más deprimente que he experimentado y que son un insulto brutal a los honestos peces masacrados por esta marca. Me empujaron más cerca del suicidio y van a pagar las consecuencias. Sufrirán por lo que me hicieron.

Compré esta lata el año 2023, esperando probar algo tranquilo, y la dejé marinar para fortalecer su sabor. Es lógico, las sardinas son el snack del hombre pensante. Y aunque algunos errores de lógica en el empaquetado me hirvieron la sangre (es obvio que el pescado podría contener pescado, hijos del pico), supe perdonar la mediocridad. Soy bondadoso y humilde a final de cuentas.
Como entendido en sardinas y otros peces enlatados, debo admitir que hallo la idea de los productos “en agua” la mayor estupidez posible. Partamos con lo obvio, el pez ya está muerto y no creo que ahogarlo en agua con sal lo vaya a revivir. Lo intenté hacer con el poodle de mi hermana y resta decir que me echaron cagando de la junta familiar. De ahí aprendí que conservarlo en agua es la opción de los perdedores y que hervir perros no está totalmente tipificado.
Ahora, entiendo que esta es una alternativa más “sana”; hay inútiles que creen que comer aceite es dañino para la salud (los nutricionistas no saben vivir) o que la salsa de tomate “tiene mucho sodio” (la hipertensión no es real). Y quizás tengan algo (muy poco) de razón. Tampoco soy tarado, pero separemos las cosas.

No come uno estas cosas para sentirse “fitness”. Para eso está el atún, pez predilecto de los mongólicos que le temen a las calorías o el pez de mierda, basura acuática vomitada por Dios, que es el jurel, alias “mierda de puerto”. Y está bien, los infrahumanos tienen sus pescados, pero me emputece cuando se meten con mi hobby y con mi especie favorita. Hay que esforzarse por cagarla con un pez tan delicioso.
La sardina es buena, pero necesita un empuje adicional. Es un lienzo vacío que necesita ser decorado con salsa o con algún aceite que realce el saborcito de este bello animal marino. Y es bien simple la verdad: basta con bañarlo en algo más que agua. Pero hasta eso son incapaces de hacer estos inútiles. Crearon un bodrio hediondo a zorra portuaria que sabe a meadero de piratas, cuya textura me pareció tan mediocre que en un ataque de rabia tuve que brutalizar al primogénito de mi tío.

Para los inteligentes de la audiencia (víctimas del efecto Dunning-Kruger): no, ponerlo en una ensalada no lo salva y tampoco es justo. Es equivalente a bañar la comida en ketchup para “ocultar el mal sabor”. De hecho, intenté hacer del juguito de la sardina un trago e incluso así no pude salvarlo del todo. De todos modos les dejo la receta porque siento que logré ejecutar algo mucho más mejor que cualquier otra diarrea manifestada por estos tipejos.
Para cerrar esta deleznable reseña: estimados creadores de sardinas, licuaré sus testículos. La lata es de pésima calidad, mi día fue arruinado y mi vida empeoró considerablemente. Junten miedo, me verán en las noticias.
